Hay
peligro para los bolsillos de los contribuyentes españoles, claro; y
si se tiene en cuenta que el gobierno italiano también va a enviar a
alguien a negociar, ya se ve que el peligro es mayor.
Por
su parte, el presidente de Sacyr ya ha dado un bocado. Vendió casi
tres millones de acciones de su empresa antes de anunciar la
paralización de las obras del Canal de Panamá.
El
asunto es espeso por donde se le mire, salvo por la parte del dinero
que está muy claro que alguien lo tiene que poner. En la acometida
del proyecto, por parte del gobierno panameño parecen haber
bastantes asuntos dejados al albur. No eran unos estudios serios en
los que todo estaba calculado y calibrado.
De
las cuatro ofertas que se presentaron se eligió la más barata, esa
que ahora pide más dinero para continuar.
El
gobierno de Zapatero presionó para que el contrato fuera para una de
las empresas españolas que concurrieron al concurso, sin decantarse
por ninguna, puesto que alega que estos contratos no se pueden lograr
si no es así. Es posible que esto sea así, pero en ese caso el
gobierno de Zapatero debió asegurarse de que las propuestas
españolas que apadrinaba estaban bien fundamentadas. Ya se va viendo
que no. El presidente que presumía de preocuparse por los pobres
comprometió el dinero de estos para que algunos ricos hicieran su
negocio.
Sacyr
obtuvo un aval público de 400 millones de dólares para que le
concediesen el proyecto.
Y
finalmente el asunto ha pasado a ser un problema entre Estados. Lo
cual hace sospechar que los grandes empresarios inmersos en la obra
ganarán ingentes cantidades de dinero, mientras que el gobierno
español, de tapadillo, pagará lo que sea necesario, y aquí paz y
después gloria. Tal vez haya quien piense que además de los
empresarios ganen dinero algunos políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario