Habrá
que esperar algún tiempo para que Samaranch tenga una calle en
Barcelona. En España no hay hábitos demócraticos. Ni siquiera se
atisban entre los componentes de la clase política, tan
acostrumbrados a la disciplina de partido.
Abundan,
en cambio, los que se creen con derecho a repartir o a denegar
credenciales de demócrata mediante criterios peregrinos. Juan
Antonio Samaranch naciò en 1920 y murió en 2010, de modo que buena
parte de su vida transcurrió en el periodo franquista. Hay que ver
las sucesivas portadas de La Vanguardia para darse cuenta de la gran
cantidad de franquistas que había en Cataluña. Quienes le han
denegado la calle, de haber nacido en la misma época que él, es muy
probable que hubieran sido franquistas.
Samaranch
llegó a tener gran relevancia, no nacional sino internacional y
utilizó su influencia y sus habilidades en beneficio de España. No
hay más que recordar los Juegos Olímpicos de Barcelona. Cualquiera
que haya vivido un poco sabe que el agradecimiento es propio de los
espíritus selectos. Un espíritu selecto nunca sería nacionalista,
porque esta es una ideología, y cabría decir que es una religión,
basada en el odio. Este detalle no se puede negar, porque cuando se
celebra una derrota es para que siga encendida la llama del odio. Los
nacionalistas se nutren de la sed de venganza. He aquí, pues, que
ahora vivimos tiempos distintos de aquellos por los que se pide
venganza. Y la duda que surge es si realmente los líderes
nacionalistas quieren venganza o vivir del cuento.
Samaranch
hizo mucho por Barcelona y por Cataluña, y Jordi Pujol, Artur Mas y
otros similares hacen un daño irreparable a Cataluña. Sin embargo,
los que mandan en Cataluña son ellos, así que su labor destructora
continúa. Pero todo el poder que tienen ahora no es bastante para
evitar que más pronto que tarde Samaranch tenga muchas calles
dedicadas en Cataluña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario