sábado, 30 de diciembre de 2017

Colau ha puesto el lacito en ‘su’ ayuntamiento

Con ello les hace un guiño amistoso a los catalufos y les da una patada en la espinilla a los catalanes. No es boba esa alcaldesa, pero puede que en algún momento se haya pasado de lista y que acabe teniendo problemas con la justicia.
Ella sabe que los catalanes no la van a votar nunca, así que se hace la simpática con quienes forman parte de su caladero de votos, es decir todos esos de los que cabe poner en duda su estabilidad emocional.
El respeto a justicia, el gusto por la ética, el amor a la verdad no parecen formar parte de los valores de esta señora, hábil, por otra parte, en situar las cosas en su terreno, como demostró cuando alguien dijo de ella que debería dedicarse a vender pescado, en lugar de retarlo a un debate, para poner de manifiesto sus conocimientos, se fotografió con unas pescaderas y mostró una hoja de calificaciones del año de la pera. Para el público capaz de votarla, eso es suficiente.
Los catalanes necesitan alguien con más bagaje cultural que ella, para darle los votos, una persona más capaz de infundir respeto, no ésta que sólo sabe concitar complicidades entre los resentidos y los fanáticos.
El lacito que ha puesto en el ayuntamiento de Barcelona es una ofensa para la gente culta y educada, que sabe que el respeto a las leyes es fundamental para considerarse civilizada. Las personas que están en la cárcel están acusadas de delitos muy graves, no han sido encarceladas por capricho, como quieren hacer creer los que están mal de la cabeza y los despabilados. Están en la cárcel por orden de un juez y hay otros que se han escapado de España para no ir, y todos, aparte de los delitos por los que serán juzgados, mienten. Habrá que esperar al resultado del juicio para ver si son inocentes o culpables.


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