Lo que ocurre actualmente en Argentina debería servir para comprender las consecuencias de dejar crecer la corrupción hasta que llega el momento en que el país abre los ojos, si los abre, porque no ha sido el caso en otros, y se da cuenta de que no hay más remedio que tomar una decisión heroica.
La situación de España es la de Argentina, aunque no lo parezca, puesto que está a un paso de ser intervenido, como Grecia.
Durante el gobierno de Felipe González ya se habló del felipismo sociológico. El PSOE había colocado peones en todos los puestos clave del Estado, y lo ha tenido todo controlado hasta en los casos que no gobernaba. Esa colonización de las instituciones y organismos del Estado ha crecido mucho. Y ocurre aquí lo mismo que en Argentina, en donde todo ese ejército de funcionarios al servicio del kirchnerismo intenta impedir o dificultar la labor de Milei. Ocurre exactamente lo mismo en España en los lugares en los que gobierna la derecha.
El texto constitucional permite muchas actividades que deberían ser castigadas. Permite pensar que cuando lo redactaron ya tenían pensado vivir a costa de los contribuyentes.
Aznar, que anda por el mundo tan engreído, tuvo en sus manos la posibilidad de revertir esto, pero se conoce que su caletre no da para tanto como él se cree y no se dio cuenta del peligro. O quizá le pudo su egoísmo y su falta de valor. Debió haber devuelto la independencia a los jueces, y aun hacerla mayor, de tal manera que no tuviera marcha atrás. Ese fue el error más grave de los muchos que cometió.
Si realmente hubiera pensado en el bienestar de los ciudadanos no lo habría cometido y todo habría sido muy diferente.
Rajoy nunca ha tenido madera de héroe y ni siquiera se ha atrevido jamás a mirar a lo lejos. Feijóo parece más interesado en luchar con Vox que con el PSOE, partido en cuyo seno tampoco hay héroes.
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