Con lo cobarde que es (él mismo la reconoce al no esconderla, y luego al aprovechar de forma tan despreciable la ventaja que le ha proporcionado la vida), si supiera lo cerca que está de la cárcel, no abusaría tanto.
Su suerte depende que Sánchez consiga tener dominados a todos los diputados socialistas, porque de los demás socios no cabe esperar nada bueno. Y es raro que no se hayan unido todavía un número suficiente de diputados para hacerlo caer. Porque lo que está haciendo es demostrar que la Constitución, en la que el PSOE tuvo un papel muy destacado (si Peces-Barba no hubiera muerto aún, lo haría del sofoco), y eso no les tiene que hacer ninguna gracia a Felipe González y Alfonso Guerra. Peces-Barba se encargó de la parte técnica, pero los otros dictaron las líneas maestras. No permitieron que estuviera Tierno Galván, para que no les desbaratara la jugada. Los demás no se dieron cuenta ni de la jugada ni de los motivos por los que lo vetaron.
Los socialistas necesitaban dejar margen para poder cometer sus fechorías, pero la llegada de este otro socialista que no tiene vergüenza ni escrúpulos ha hecho ver que el margen que dejaron es muy grande.
Pues han de haber diputados socialistas que estén recibiendo mucha presión de sus familiares y amigos, porque están quedando totalmente en ridículo ante la opinión pública.
Honorables (por lo menos más cualquiera del gobierno) personajes de izquierdas están diciendo públicamente que lo que hacen es vergonzoso e infame. De modo que en cualquier momento se puede romper la cuerda (no lo hará por el lado de Page, ese fantasma), y si ocurre la suerte estará echada para Puigdemont. Hay muchos socialistas, muchos de ellos diputados, que están deseando ver a Puigdemont en la cárcel. Y muchos catalanes.
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