Ayer, sábado, dos vacas sagradas del columnismo patrio se refirieron a este asunto, indicio claro de que está en el orden del día. Todo proviene de que los del PP, como dice uno de ellos, con el indudable afán de ganar las simpatías del respetable, habla ilegalizar a los partidos que muestren según qué propósitos.
Y es que a lo mejor, según la legislación actual, no es posible lo que dice el PP.
Cuestión distinta es, que sea un sinsentido que el sistema acepte partidos antisistema. Por ello, ahora que gracias a Sánchez ha quedado claro que hay que hacer otra Constitución, porque la actual permite que las sabandijas campen a sus anchas por el suelo patrio, cometiendo desmán tras desmán, hay que encargar el nuevo texto a personas solventes que establezcan un marco legal basado en los tradicionales grandes ideales hispanos, en el que se puedan desenvolver cómodamente las personas decentes y los sinvergüenzas encuentren grandes dificultades y los peores asesinos tengan un horizonte de cárcel para el resto de sus días.
No hay que dar ninguna facilidad a los antisistema, más bien hay que castigar severamente esta actitud, puesto que es primordial procurar el estado del bienestar, y todo aquello que pueda ponerlo en peligro no debe ser admitido.
Por supuesto que en la nueva legislación el derroche del dinero público debe ser castigado con penas de cárcel. Todo el dinero de los impuestos que se gaste ha de tener la finalidad de beneficiar a los contribuyentes. Y todos aquellos organismos o instituciones que no sean absolutamente necesarios deber estar escrupulosamente prohibidos.
Al margen de que debe haber una separación absoluta de poderes y además de forma irreversible. Y todos los funcionarios públicos deben estar a salvo de las mañas de los políticos. Los funcionarios solo deben estar sujetos a la ley y las promociones y ascensos deben producirse de forma reglamentaria.
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