En
realidad, lo que sube es el precio de algunas clases de tabaco de
unas cuantas marcas. Pero el tabaco viene a demostrar la doble cara
del Estado. Por un lado, saca beneficios de él (están hechos los
cálculos sobre lo que supondrá la subida de los impuestos sobre el
tabaco), y por el otro lo criminaliza.
La
prohibición de fumar en ciertos espacios se hizo de forma abrupta y
aunque es posible que parte de la población haya dejado el vicio
gracias a estas medidas, tampoco cabe descartar que algunos hayan
muerto de pulmonía, al tener que salir a fumar a la calle.
Además
de la prohibición se incitó a la gente a chivarse en el caso de que
hubiera alguien fumando en un lugar prohibido, con lo cual se vino a
poner de manifiesto, una vez más, la catadura de la casta política
española.
-
¡Oiga, no todos los políticos son iguales!
-
Yo no veo que a ninguno le haya dado un ataque de vergüenza y haya
dimitido. Más bien, se les ve empeñados en cumplir las órdenes que
se les dan.
El
tabaco también trae consigo la nostalgia de aquellos tiempos en que
vivíamos despreocupadamente. Fumábamos sin tasa ni medida casi en
cualquier sitio, echábamos todo al mar, en la convicción de que
éste se lo tragaba todo sin que le afectara en nada, contaminábamos
el ambiente, sin más cuidado que nuestro propio bienestar del
momento, dicho todo esto en términos generales y sin personalizar.
Los
tiempos actuales obligan a tomar más conciencia de las cosas. El
tabaco, salvo para unos pocos privilegiados, es dañino. Hay que
contaminar lo menos posible. Y hay que comprender que el voto
caprichoso o sectario es el que nos ha llevado a tener la clase
política que soportamos.
Es
muy agradable aquel estilo de vida adolescente, pero la vida obliga a
asumir la madurez.
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