O
sea que Rubalcaba, que cabalga a lomos de un faisán del que ya nadie
se acuerda, porque la gente necesita vivir y tantos escándalos a la
vez generan disturbios en los buenos propósitos colectivos, se ha
apeado para poner la mano en el fuego por Maleni. Por un compañero,
compañera en este caso, lo que sea. El faisán puede esperar.
También
Felipe González ha dejado sus joyas por un momento y ha venido a
poner también la mano en el fuego. No es que tenga celos de
Rubalcaba, que dentro del PSOE son de la misma facción. Ha añadido
que Maleni es muy honrada. ¡Ay! Felipe González es una persona muy
apropiada para hablar de honradez, y para criticar al juez que ha
imputado a Maleni. ¿Quién se acuerda ahora de Marino Barbero? Fue
objeto de una filtración inmunda y no pasó nada. Pasó que Barbero
dimitió como juez y se murió poco después de pena. O de un
infarto. Ni Filesa, Malesa, GAL, etc., salpicaron a Felipe González.
Por eso ahora puede repartir credenciales de honradez. Le ha dado
una a Magdalena Álvarez. También estaba en ese gobierno Rubalcaba y
también salió de él igual de guapo que se le ve ahora.
¿Pero
qué pasa con el fuego que todo el mundo mete la mano? Pues que no
quema. Este es un recurso retórico que no presenta ningún riesgo.
Un día, Eugenio Martín Rubio, el hombre del tiempo de la época, se
jugó el bigote y al día siguiente apareció sin él. Se lo afeitó,
porque perdió la apuesta. Pero Mariano Rajoy puso la mano en el
fuego por Luis Bárcenas, y ahí está con la mano sin quemar y la
barba entera. De modo que no es necesario que Rubalcaba ponga la suya
a remojar. Cada uno está en su papel, que consiste en defender a los
miembros de su tribu y los contribuyentes no pintan nada. Para los de
la casta, no.
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