sábado, 20 de julio de 2013

Contra la custodia compartida

Los niños constituyen el mayor tesoro de cualquier sociedad que se precie. Esto no lo sabe casi nadie. Es decir, todo el mundo dice que sí, pero luego los hechos demuestran que no. Como suele ocurrir en casi todo.
Aquellas formaciones políticas que ponen al grupo por encima del individuo, como es el caso de las nacionalistas, los adoctrinan, porque saben que si les enseñan a pensar libremente se acabará el nacionalismo. Adoctrinar siempre es una falta de respeto. No estimular a los niños para que progresen también es un modo de adoctrinar a los niños, en este caso hacia la mediocridad, único modo de que los políticos mediocres puedan vivir de la política.
Quedan los padres. Cuando se divorcian, deberían pensar en sus hijos, en primer lugar. Y lo hacen. Pero, generalmente, en lo que piensan es en sus derechos sobre los niños, no en lo que sea mejor para los niños. Cuando uno de los dos padres alega que la otra parte pone al niño en contra suya, piensa en que sus derechos son vulnerados, no en que eso sea malo para el niño. Cuando elabora una estrategia para combatir esto, no piensa en lo mejor para el niño, sino en derrotar a la otra parte.
Si realmente se deseara lo mejor para los niños no habría tanta discusión sobre este punto. Lo frecuente es que ambos padres utilicen a sus hijos como proyectiles contra la otra parte. Eso no es pensar en los niños, sino cosificar a los niños. Son propiedad, a partes iguales, de ambos cónyuges. Y si se divorcian viene Salomón y les da la mitad a cada uno y todos se quedan conformes. Pues no. Si fuera mi caso, yo renunciaría a mi parte. En los matrimonios que se divorcian de forma civilizada y ambas partes quieren a sus hijos no puede haber ningún problema. Entre los matrimonios que se divorcian y el odio cobra protagonismo cualquier solución es mala, y la custodia compartida es la peor de todas.

 

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