miércoles, 31 de julio de 2013

Miquel Roca no me merece ningún respeto

Este político nacionalista catalán que un día aspiró a presidir España, a pesar del odio que le tiene, es uno de los urdidores de este sistema político en el que el papel de los ciudadanos está reducido a la mínima expresión.
Es un sistema en el que las cúpulas de los partidos hacen y deshacen a su antojo. Durante el periodo electoral “piden” el voto a los electores. Una vez conocidos los resultados, “ordenan” a la gente lo que ha de hacer.
En España no hay tradición democrática, de modo que un pequeño avance sobre el sistema anterior ya parecía una gran cosa, de modo que casi nadie se dio cuenta de la trampa que contenía el nuevo sistema introducido por Roca y su grupo con el apoyo de ciertos bobalicones, “el gatazo blanquinegro y tontiastuto”, al decir de Rafael Sánchez Ferlosio. Algunos de UCD también colaboraron, no todos.
Si hubiera habido democracia dentro de los partidos políticos y los partidos nacionalistas no gozaran de tantas ventajas electorales con respecto a los demás, no se hubiera podido llegar a la situación en que nos encontramos.
La doctrina nacionalista, en la que participa parte de la Iglesia católica, es tan perniciosa que hasta turba el entendimiento de personas con el cerebro bien amueblado. Se sienten ofendidos por cualquier detalle, sin darse cuenta de que su actitud es una ofensa para el resto de los españoles. Los hay que creen en cuentos de hadas tales como que la independencia de Cataluña podría lograrse de modo pactado. Es así como tratan de ocultar a sus conciencias el daño que harían a las personas más desprotegidas. E incluso imaginan un mundo compuesto por pequeñas naciones, bajo la supervisión todas de un ente superior. Imaginan en esas pequeñas naciones una bondad y una nobleza de trato con todas las demás de las que ellos carecen en sus relaciones con el resto de España. Y creen que hay regiones de España que no se pueden salvar.
Todo ese daño lo hacen personas como Miquel Roca, que, lógicamente, duermen a pierna suelta, porque tienen la conciencia tranquila.

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