Es
un hecho proverbial que la Iglesia Católica trata de influir en las
decisiones de los gobiernos de aquellos países, entre ellos España,
en los que sus fieles lo permiten y salen a manifestarse a la calle
cuando las jerarquías eclesiásticas lo piden.
Lo
hace en el caso del aborto, en el que no se limita a pedir a sus
seguidores que no aborten y a ayudar a las embarazadas que no quieran
abortar, sino que pretende que el gobierno legisle según sus deseos.
Ocurre
lo mismo en el caso de la homosexualidad, aunque en este caso la
homofobia eclesial resulta un tanto sospechosa. Es de común dominio
que hay muchos homosexuales entre los curas y las monjas. ¿Quizá se
pretende tenerlos a raya? La excusa que dan los responsables viene a
ser como si se pretendiera poner puertas al campo. No condenan a los
homosexuales, sino sus prácticas. En esta vida hay cosas que no
hacen daño a nadie y cosas que hacen daño a otros.
Por
ejemplo, la Iglesia no dice nada de los psicópatas. Al menos, yo no
me he enterado. Y la cuestión no es baladí. Puesto que de los
psicópatas no cabe esperar nada bueno, la pregunta que surge es:
¿están condenados de antemano? ¿Qué opina la Iglesia de esto?
Lo
único que interesa a estas personas es la satisfacción de sus
caprichos o deseos y para ello no dudan en utilizar todas las armas
al alcance de su mano, siempre y cuando lo puedan hacer impunemente.
De modo que una persona se puede casar con un psicópata, sin ser
consciente de ello, y tener que soportar luego todos los
inconvenientes que se pueden imaginar. O los psicópatas pueden
llegar a las alturas de las cumbres financieras y políticas y
organizar una hecatombe.
Pero
a lo mejor, los psicópatas también han llegado a las alturas de la
Iglesia. Podría ser por esto que calla sobre el particular.
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