A
todos nos interesa que los dos partidos que han venido rigiendo
España desde la Transición resuelvan satisfactoriamente sus
problemas internos y erradiquen, en la medida de lo posible, la
corrupción.
Las
cosas, sin embargo, parece que van por otro camino. Mariano Rajoy da
muestras de estar más empeñado en mantener el cargo, y para ello
procura no dar ningún paso en falso, como sería el de dar un
puñetazo sobre la mesa, que en responder a los muchos desafíos que
tiene ante sí. Lo que ocurrió en el PSOE fue que Rubalcaba se tuvo
que ir, las cosas no sucedieron a continuación como estaban
previstas, Susana Díaz, ante la tesitura, tampoco quiso arriesgar, y
finalmente ha salido ganador Pedro Sánchez.
El
único que me hubiera podido ilusionar del elenco socialista es José
Borrell. Pero cualquiera se da cuenta de que no hubiera tenido nada
que hacer si hubiera estado en la salida junto con los demás
candidatos. Eso da idea de la situación en que se encuentra el PSOE.
Algunos,
como Pedro J., dicen tener puestas algunas esperanzas en el citado
Pedro Sánchez. Ignoro si es cierto o que se lo quiere llevar al
huerto.
Yo
tengo poca confianza en él. Su primera medida consistió en
incumplir un compromiso previo de su partido. Algunos de los
socialistas que tuvieron que obedecerle a la hora de votar hablaron
luego de la incomodidad que sintieron y a Pedro Sánchez no se le
ocurrió más que desafiarlos a debatir frente a las bases del
partido. No le concierne la palabra dada, por lo que se ve.
Marco
Atilio Régulo pasó a la historia precisamente por cumplir su
palabra. Todo el mundo hubiera entendido que no la cumpliera, pero es
seguro que su decisión contribuyó al engrandecimiento de Roma.
Cuando estas cosas dejaron de ser valoradas se produjo la decadencia.
Victor Hugo, con su poema Sur une barricade, también levantó un
monumento a la palabra dada.
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