La
Vanguardia fue un gran periódico que pudo convertirse en el mejor de
España, pero para conseguir esto tenía que salvar dos obstáculos:
su tendencia a lo pueblerino y su carácter perdedor.
La
tendencia a lo pueblerino se sustenta en que acogía en sus páginas
a Joan Fuster, cuyo mayor mérito fue el de hacerles la pelota a los
catalanistas, que no a los catalanes, y luego se convirtió en el
referente de los catalanistas valencianos, otros elementos dignos de
estudio.
La
Vanguardia se suicidó al llegar el Estado de las Autonomías, porque
se entregó al gobierno catalán y comenzó a vivir de las
subvenciones y a no ver ni contar lo que sucedía en la propia casa,
o sea, en Cataluña. Si hay que criticar a alguien, para eso están
el PP, Ciudadanos o UPyD.
El
grado máximo del ridículo lo alcanzó con el editorial conjunto,
que dicen que fue redactado por uno de los suyos, nada menos que
Juliana. Un editorial conjunto es lo más opuesto al periodismo, y el
objeto del tal editorial fue lamentable y mereció la risa espontánea
y unánime de los no contaminados por el virus del nacionalismo.
Y
ahora está todo el mundo esperando que Juliana haga otro editorial
conjunto glosando la hazaña de Pujol, que quizá cabría incluirla
en el Guinness, menudo record. Tantos años haciendo de las suyas sin
que nadie se diera cuenta, tanto que le querían al bueno de Pujol.
Pues si no se fijaban en lo que hacía es que no le querían tanto.
Pero
no sólo es La Vanguardia la que hace el ridículo. Un cura
descerebrado ha dicho una misa por Pujol. Poco le importan al cura
las gentes a las que ha podido perjudicar el 'Honorable', ja. Y por
ahí va Mas ahondando en la herida sin darse cuenta.
Sólo
falta que el nuevo Rey le retire el título de Grande al que ha
demostrado que es pequeño.
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