viernes, 18 de julio de 2014

Los etarras prisioneros de ETA



Hay una magnífica novela, Ojos que no ven, en la que una honrada familia de cuatro miembros emigra al País Vasco, para mejorar su modo de vida. Esa familia, de haberse quedado en su tierra, hubiera vivido humildemente, pero feliz.

En el País Vasco fue contaminada por el veneno. Si a los nacionalistas les importara la gente, a la vista de las excrecencias a las que está dando lugar su enfermiza e histérica serie de reivindicaciones insolidarias y su demanda de privilegios, se hubieran retirado. Los nacionalistas están haciendo mucho mal en el mundo, y particularmente en España.

Como se cuenta en un artículo, del que se hace eco Covite, los desgraciados, como el de la novela citada anteriormente, que caen en la garras de ETA son utilizados por los terroristas de salón, para que cometan las atroces fechorías que todo el mundo conoce y que muchos pretenden olvidar.

Olvidar las fechorías de ETA es suicida. La banda terrorista ha condicionado la vida de los españoles durante muchos decenios, y lo sigue haciendo porque ahora muchas instituciones políticas están en manos de Bildu, cuyos componentes no consideran a la banda del mismo modo que yo.

Cuando alguien ingresa en ETA se convierte en un pelele que los 'terroristas de salón' manejan a su antojo y le imponen sacrificios.

En los primeros años de la democracia se habló en el Parlamento de un etarra llamado Arregui. Ciudadano Arregui, puntualizó Gregorio Peces-Barba. O sea, que había diputados españoles que consideraban ciudadanos a los etarras. Para los 'terroristas de salón' no son más que piezas de ajedrez que mueven a su antojo y por si alguno sueña con rebelarse tiene la realidad, en forma de recuerdo de lo que ocurrió a Yoyes, para que se le quiten las ganas. Lo mismo que hacen con sus terroristas quisieran hacer con todos. Por eso es suicida olvidar sus atrocidades.
 


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