Si
nos fijamos en la idea que da la gente de sí misma veremos que
abundan las sonrisas beatíficas, las proclamas bondadosas (yo voy a
misa, yo estoy en contra los toros, yo soy de izquierdas porque me
importan los demás, etc.), pero si en lugar de eso nos fijamos en la
realidad lo que aparece es el rencor, de tal manera que hasta incluso
se podría medir el nivel al que llega.
Personas
carcomidas por la envidia esparcen con saña su veneno, sin darse
cuenta de que con ello en lugar de disminuir el que tienen, aumenta;
este veneno que esparcen es recibido por otros que si también están
tocados por la envidia lo acogen con la misma saña y también se
llenan de más veneno. Marco Aurelio era más listo que ellos: El
mejor modo de vencer a tu enemigo es no parecérsele.
Todo
esto se plasma luego en los resultados de las elecciones. Hay unos
cuantos partidos a los que se les puede considerar como destructivos
y ocurre que consiguen un número elevado de votos. Los líderes de
estos partidos tienen, además, la desfachatez de amenazar con
querellarse a quienes los relacionen con ETA. No puede decirse, y
quizá sea seguro que no podrá probarse, que pertenecen a ETA. Pero
alguno de ellos, teniendo cargo oficial, fue a reunirse con ETA.
Ninguno de ellos es capaz de firmar el manifiesto
de Covite.
No
son de ETA, pero se reúnen con los etarras y jamás se les verá que
se interesen por Consuelo Ordóñez, Maite Pagazaurtundúa, o Laura
Marín, víctima de los GAL.
Son
capaces de exigir que se excarcele a los etarras, pero con las
víctimas no tienen miramientos. Más bien, buscan anularlas,
desautorizarlas, olvidarlas, o servirse de ellas para sofocar las
propias frustraciones, que tampoco escasean quienes lo hacen así.
Y
quienes votan a estos partidos destructivos se permiten criticar la
corrupción de otros. El cazo le dijo a la sartén.
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