Bueno,
los catalanistas, puesto que tienen proscritas a la eñe y a la che,
escriben Catalunya. El caso es que Jaime Matas, Luis Bárcenas y
Carlos Fabra están en la cárcel. Félix Millet, Narciso Serra y
Jorge Pujol están en sus casas.
Cuando
un gran número de catalanes perdió ingentes cantidades de dinero, y
bastantes se arruinaron por completo, se demostró que sarna con
gusto no pica. Pujol se envolvió en la bandera catalana, culpó a
los espanyoles y propuso en la Junta de Accionistas que el valor de
las acciones pasase a ser de cero pesetas. Los accionistas, en lugar
de exigir que la policía revisase las cuentas, estuvieron conformes
con la propuesta, es decir, regalaron el patrimonio invertido. Y
cuando hubo ocasión le votaron mayoritariamente. ¿Y ahora qué?
Pues supongo que igual. El virus del nacionalismo cuando pica pica
fuerte. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver.
No
hay más que fijarse en la actitud de Rahola, la Belén Esteban
catalana, que da 'lustre' y 'empaque' a todos los sitios en los que
participa.
La
actitud del gobierno catalán, con Arturo Mas a la cabeza, no ha sido
todo lo contundente que debía, sino que más bien trata de restar
importancia al caso, con lo cual el escándalo salpica todos los
votantes del partido. José Antonio Duran Lleida se fue por la puerta
de atrás, y ahora ya sabemos los motivos.
Cuando
lo de Banca Catalana, que supuso la ruina de muchos, pero no de
Pujol, Jorge Solé Tura no quiso comulgar con las ruedas de molino
que se ofrecieron a la opinión pública y los catalanistas se lo
hicieron pagar. Del mismo modo actuarán ahora, porque los
catalanistas no se arrepienten nunca, con quienes no se traguen la
nueva y enorme bola que ha puesto en circulación el que algunos se
empeñaron el llamar 'hombre de Estado', y quien quiere verlo ya ve
lo que en realidad es.
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