Es
agradable ver que un señor que no fue francés hasta los veinte
años, porque nació en otro país y se nacionalizó a esa edad,
logra el cargo de Primer Ministro en Francia.
Es
bonito verlo porque algunos tipos que viven actualmente en España,
pero cuyo pensamiento es antediluviano, intentan mantener vivos odios
antiguos. Manuel Valls nació en España y para nacionalizarse
francés ha tenido que obviar el pasado y tener en cuenta sólo el
aquí y ahora.
Ojalá
el socialismo español estuviera encabezado por alguien de talla
similar. Y el único que se me ocurre es José Borrell. Pero a la
vista de las tendencias que se ven actualmente en la política
española me temo que si hubiera competido en las primarias con los
otros tres candidatos habría quedado el último.
Al
'pueblo soberano' se conoce que le va la mala vida. Quiere sufrir más
todavía, y de ahí el éxito de partidos como Bildu, ERC y Podemos.
Ya
se ve que Manuel Valls no busca el voto de los franceses, sino
mejorar las condiciones de vida de los franceses. Es alguien que sabe
que la Unión Europea es imprescindible y que todas las medidas que
se tomen en cada uno de los países han de ser buenas también para
ella. Es consciente de que la izquierda ha perdido pie ante la nueva
realidad que impone la globalización y que, por tanto, debe
adaptarse a los tiempos modernos y aceptar el desafío. Lo que no
puede hacer la izquierda es renunciar al progreso, con tal de
mantenerse fiel a postulados que ya no funcionan. Es difícil
encontrar una mota de sectarismo en el discurso de Valls.
El
sectarismo, la política del corto plazo, la falta de discurso, son
propios de los políticos españoles. Ni siquiera se les ocurre que
el cumplimiento de la ley es un pilar básico de la democracia. Si se
compara a Manuel Valls con cualquiera de los tres candidatos de las
primarias socialistas dan ganas de emigrar a Francia.
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