martes, 7 de agosto de 2018

Aquella chica tan guapa

Hace suficiente tiempo como para pensar que no podría decir lo mismo, con bastante probabilidad de acertar, que una chica muy guapa que trataba de abrirse camino en el mundo de la canción, y no lo consiguió, explicó en una entrevista promocional que cuando veía que la miraba un hombre pensaba: Mírame, imbécil, que nunca podrás tener una mujer como yo.
Es decir, ella misma se cosificaba, se convertía en mujer objeto, ponía un precio a su persona. Si el patrimonio de quien la miraba no era suficiente pasaba a la categoría de imbécil.
Dirán algunos, lo más malintencionados, que ella era una víctima, que se había dejado colonizar culturalmente por el heteropatriarcado, etc. Eso es mentira. Lo dicen quienes quieren subvertir el sistema, para imponer el suyo, lógicamente. No lo van a querer subvertir para nada. La cuestión es que la humanidad tiene muchos siglos de vida, durante los cuales se han hecho experimentos cuyas consecuencias han sido dramáticas.
Los inventores del término heteropatriarcado tienen puestos sus ojos en Cuba, Venezuela, etc. Es decir, quieren traer el hambre, la escasez y la miseria.
Aquella mujer que era bella y puso precio a su cuerpo lo hizo libremente. Podría haberle dado por la filosofía, como a otras, o por ayudar en el Cottolengo, como hacían algunas señoras, también libremente.
También hay muchos hombres que eligen ser masa, porque temen a la libertad, y pensando en ellos Aldous Huxley escribió ‘Un mundo feliz’.
El feminismo tiene mucha razón de ser y conviene a todos, porque la justicia es imprescindible. Pero no puede ser subversivo, porque cuando se aparta de la razón ya no pide el bien, sino quiere imponer el mal. También tiene mucha razón de ser que el mundo de los homosexuales reivindique aquello que se le viene negando de forma injusta. Nada de eso justifica ese estúpido intento de culpar de todo al heteropatriarcado.

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