viernes, 24 de agosto de 2018

Guardia Civil a la brasa

Vivimos tiempos en que gente sin escrúpulos se ha apoderado de todo. Están en el gobierno de la nación, en los gobiernos regionales y en multitud de instituciones.
No es de extrañar pues que los desaprensivos en lugar de avergonzarse de su miseria moral y tratar de disimularla presuman de ella. Así ha ocurrido en ese restaurante leridano en el que sus dueños daban pruebas de su mala índole, de una maldad de difícil o imposible redención, así como de un mal gusto que debería poner sobre aviso a sus clientes, porque esa es otra, los clientes que van a ese sitio y ríen las gracias seguramente son irrecuperables para la humanidad. Son personas más o menos del estilo de Torra, que el pobre no puede estar peor.
Pero no es el único sitio. En otro lugar aparecieron todas las mesas vestidas de amarillo, con lacios amarillos, etc. Y cuando en una región cuyos cocineros tenían buena fama, éstos están perdiendo el sentido de la proporción, la medida de las cosas, el decoro y el buen gusto algo grave ocurre.
Cuando las personas olvidan que antes que nada son seres humanos y no les importa perder esta condición al ponerse al servicio de una causa, de forma cabezona, sin miramientos ni contemplaciones, el asunto es grave y peligroso y produce mucha tristeza. El espectáculo que ofrecen no es nada edificante.
Por supuesto que los guardias civiles y los jueces llevan a cabo unas labores inestimables, sin las cuales no puede haber democracia. Por eso mismo, es evidente que quienes les atacan y quienes permiten esos ataques o colaboran en ellos, no son demócratas.
Además, el nacionalismo es incompatible con la democracia y tampoco basta con presentarse como socialista o inscribirse en un partido socialista, hay que demostrar que se es demócrata con los hechos.

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