martes, 14 de agosto de 2018

Ninguna ministra ha dicho nada

Con la elección de un número inusitadamente alto de mujeres en la composición de su gobierno, Pedro Sánchez quiso lanzar el mensaje de que su intención es hacer justicia en este punto, dando al gremio mujeril un protagonismo que hasta el momento se le había negado.
Pero no, a la primera cucharada, mosca, como diría el vivales de Paco Roig. Ni siquiera con su esposa, Begoña Gómez, tiene miramientos el presidente del gobierno okupa. Con ese gesto que recorre las redes, en el que también queda en mal lugar el consorte de Merkel, ha demostrado que todos, ministros y ministras, son para él piezas que mueve a su antojo, medios para conseguir un fin.
Ese gesto tan grosero con su esposa, propio de un patán, por sí mismo no sirve para catalogar a alguien como psicópata, pero sí que proporciona el indicio de que puede serlo.
¿Qué han dicho las ministras al tener la prueba evidente y palpable de que están siendo utilizadas? Nada. No me extrañaría nada que alguna se hubiera ido al tocador a ponerse guapa, por si tuviera que salir a explicar lo inexplicable, por si hubiera de demostrar la cuadratura del círculo, pero eso sí, demostrando una fidelidad inquebrantable al líder máximo.
¿Y los ministros florero, qué han dicho? Nada tampoco. Y eso que hay uno que es astronauta, que vive pendiente de lo que diga un futbolista. Ahí ve él terreno abonado para progresar. Hay otro que es juez, ¡Dios mío!, y hubo quien tuvo mucha fe en él. Marlasca seguramente piensa que si alguien tuvo fe en él no es culpa suya. Otro de los floreros es un listillo, alguien que se cree que es el más inteligente del mundo, y según nos reveló Sostres, piensa que tiene una misión que cumplir. Esperemos que esa misión no sea una de esas inconfesables.
Bien, ya sabemos que la regeneración a la que se refiere el pájaro este, el presidente okupa, está íntimamente relacionada con la grosería.

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