viernes, 17 de agosto de 2018

Conmemoración del 17-A

Es difícil, por no decir que imposible, que los nacionalistas se comporten de modo adecuado en algún momento. El nacionalismo es un invento del demonio para que las buenas personas se hagan malas y las malas, peores.
No hay nacionalismo sin odio, ni lo puede haber sin egoísmo ni violencia, moral o física. El nacionalismo ha generado varias bandas terroristas en España. Una consejera del gobierno regional catalán ha agradecido al etarra Otegui «su enorme sensibilidad», así está el patio en esa casa. No puede haber nacionalismo sin embustes ni falsedades. Así pues, que Torra haga el ridículo, que quede ante el Rey como el patán que es -los catalanes tienen a un patán como presidente-, que intente ofender a los ciudadanos decentes hablando de presos políticos, cuando todo el mundo sabe que son políticos presos, presuntos golpistas, que sin presunción de ninguna clase han hecho un daño incalculable a Cataluña y al resto de España, entra dentro de lo esperable. Las opiniones de Torra, traducidas a muchos idiomas, viajan por todos los puntos cardinales y ya todo el mundo sabe que es un tipo repugnante.
La locutora del acto fue Gemma Nierga, y se empeñó en usar el dialecto catalán -que según el Padre Batllori es infame e infecto, ¡y nos lo quieren imponer a los valencianos!-, que entienden cuatro gatos. Esta locutora es aquella que con ocasión del asesinato de Lluch, por la banda etarra, traicionó el compromiso previo, diciendo por su cuenta algo que no se ajustaba, ni podía ajustarse a la verdad. Lluch no habría intentado dialogar con su asesino, habría intentado escapar, como es lógico.
En el acto también ha estado un personaje lamentable, un presidente okupa, cuya mayor inquietud consiste en colocar a los suyos, incluida su esposa, a la que de todos modos tampoco tiene muy en cuenta. Su nombre, lógicamente, es Pedro Sánchez y es tan burro que quitó la bandera y el escudo español en un tuit sobre el acto.

No hay comentarios: