sábado, 4 de agosto de 2018

Un antiguo independentista

No todos los independentistas están por completo mal de la cabeza, aunque algún tornillo flojo han de tener. Ser independentista, y sobre todo hoy en día, no tiene sentido. Los mismos independentistas saben eso, motivo por el que se afanan en inventar una historia totalmente incierta e increíble, para presentar a Cataluña como una colonia.
Este mismo intento pone de manifiesto su maldad y la de quienes les siguen el juego.
Algunos independentistas conservan algún grado de lucidez en sus deterioradas mentes, merced a lo cual se han dado cuenta de que el único modo de conseguir lo que pretenden es mediante un conflicto armado y aquí ya se detienen, en primer lugar por lo azaroso del resultado y en segundo, y supongo que principal, porque en el caso de victoria el coste sería muy elevado en vidas humanas y bienes materiales.
Alguno de esos antiguos independentistas, que quizá haya dejado de serlo, o tal vez no, pide que los catalanistas maduren, o se hagan mayores. No puede ser eso, lo de esta persona es abandonar una utopía para abrazar otra. El día en que los catalanistas abandonen el infantilismo el catalanismo dejará de existir.
Hay que recordar la historia, pero la de verdad, no la inventada por esos seres enfermizos, para darse cuenta de que el catalanismo, desde su origen, se basa en la exigencia de privilegios sobre los demás, en el deseo, vehemente, de obtener ventajas, en el afán de que las demás regiones se sacrifiquen para que los catalanes vivan mejor. Todo eso ha venido siendo posible por la estupidez de los gobernantes de la nación, que no han sabido ver la naturaleza del problema, ni han puesto los medios para atajarlo.
Así como la democracia es un sistema que necesita ciudadanos adultos para funcionar bien, el nacionalismo sólo es posible entre personas que están por cocer.

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