jueves, 9 de agosto de 2018

Estos socialistas están locos, ahora Baleares

Podría decirse que la aspiración más común entre los socialistas es la de transformar la sociedad; pero no sólo de los socialistas, también de otros tontos.
Esta pretensión delata a quienes la tienen en el sentido de que se creen mejores, ellos sabrán en qué se fijan para pensar eso; también es la prueba de que son irresponsables, porque cuando se cambia algo el resultado final no siempre es mejor que lo que había; muchas veces se empeora, otra cuestión es que quienes han perpetrado el cambio se den cuenta de ello.
Puesto que se creen mejores que los demás, pretenden decirles qué lengua deben hablar. Como tienen cogidos los funcionarios por la nómina, se ensañan con ellos, incapaces de comprender que eso es un abuso, una vileza como la copa de un pino.
Teóricamente, los políticos socialistas, igual que los de los demás partidos, deberían preocuparse por atender a los ciudadanos, por mejorar sus condiciones de vida. En cambio, lo que hacen es complicarles la vida empujándoles a hablar un dialecto -el catalán, que según el padre Batllori es infame e infecto- que no es de su interés.
Una lengua viene a ser como un abrigo, un automóvil, o una olla a presión para los ciudadanos, un instrumento que le sirva para su vida cotidiana. Nadie entendería que el gobierno de cualquier parte obligara a comprar una determinada marca.
Cuando alguien intenta imponer una lengua a los ciudadanos no queda más remedio que atribuirle mala intención. Los manipuladores nunca pueden tener buenos propósitos. Si los gobernantes fueran personas santas dejarían que los ciudadanos, funcionarios o no, se entendieran en la lengua que fuera posible, que alguna habría, y comprenderían que lo que interesa a los baleares, con vistas a sus negocios o profesiones, no es exactamente el dialecto catalán, con el que apenas se pueden entender con cuatro gatos. 

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