martes, 4 de diciembre de 2018

El egoísmo de Riverita

Conozco personas de un gran nivel cultural y con un cerebro que no ha perdido el Oremus, como se da en muchos otros casos, que tienen una fe imperturbable en Riverita, pero se da el caso de que no la tienen en Dios, que sería mucho más razonable.
El líder de Ciudadanos es un señor que fue elegido a dedo para ese cargo -en realidad, se optó por elegirlo según el orden alfabético, porque Alberto va antes que Antonio-, que a pesar de eso le exigía primarias a Rajoy, cuando en su partido no las ha habido nunca, que no lo hace de forma tan descarada como Pedro Sánchez, sino que deja transcurrir un tiempo desde que dice una cosa hasta que defiende la contraria, y que acaba de ser premiado por los electores andaluces por haber ayudado a Susana Díaz a mantener su chiringuito. A ella la castigan por tenerlo y a él le premian por ayudarla a tenerlo. Así es la vida.
Esos cambios de rumbo de Riverita no han sido nunca en interés de los españoles, sino que siempre han estado motivados por el interés electoral, que es el mismo con el que actualmente está calculando el mejor modo de administrar el excesivo premio que ha obtenido en las elecciones. Ocurrió lo mismo en Cataluña, donde los beneficiados por la aplicación de 155, al que Riverita se opuso en un principio, para luego decir con toda la cara dura que él lo habría aplicado antes, optaron por votar a Ciudadanos y castigar al PP.
Lo que procede en Andalucía es abrir los cajones, los armarios y las ventanas para que corra el aire y se purifique el ambiente y la región empiece a verse libre de ese nacionalismo que subrepticiamente ha ido introduciendo ese PSOE que Felipe González pujolizó en su día.

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