Confieso que yo sería incapaz de matar a
nadie ni aunque tuviera garantizada la impunidad. No podría ejercer
como verdugo en ningún caso. No les daría de comer a mis hijos, por
mucha hambre que padecieran, ni comería yo tampoco en el mismo
supuesto, comida comprada con dinero percibido por matar a otra
persona.
No es que piense que soy perfecto, mi
ingenuidad no da para tanto, pero tampoco estoy entre los hay que van
pregonando su fe en Cristo por el mundo, pero necesitan
desesperadamente crucificar a alguien; y los que se declaran
socialistas, porque piensan en los demás, pero luego se ve que es
para empujarlos al barranco si pueden.
Digo esto porque no consiento que se me
involucre de ninguna de las maneras con ese nauseabundo crimen, cuyo
autor pertenece, sin duda, a esa categoría moral en la que también
están los etarras junto a otros horrendos asesinos.
Dijo el clásico que los que no tienen
ideas tienen ideología, porque resulta mucho más fácil seguir la
segunda que alumbrar las primeras. Y la ideología permite teñirlo
todo con ella, tergiversarlo, manipularlo.
Los ciudadanos pagan a los políticos
para que cuiden de sus intereses y los protejan, ya que uno decide
protegerse por sí mismo puede tener problemas grandes después. La
protección de los ciudadanos frente al delito debería ser una
cuestión técnica y no ideológica. Hay estadísticas de todo tipo
sobre ello. Es muy sano moralmente, además, compadecer al
delincuente, siempre y cuando esta compasión no suponga ningún
riesgo para el honrado.
Como he dicho anteriormente, el asesino
de Laura Luelmo es de la misma categoría moral que los etarras, por
tanto, quienes se abrazan con Otegui, o lo toleran como cómplice del
gobierno, deben callar. Ya han demostrado suficientemente que el
delito no les preocupa; tampoco se han mostrado muy contrariados por
otros hechos delictivos, sino que además los amparan y los alientan.
Solo las personas respetuosas con la ley
y con el prójimo merecen ser escuchadas en este caso.
'2016.Año bisiesto'
'El Parotet y otros asuntos'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978.El año en que España cambió de piel'
'Cavilaciones y melancolías'
'Necesidades emocionales'
'El Parotet y otros asuntos'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978.El año en que España cambió de piel'
'Cavilaciones y melancolías'
'Necesidades emocionales'
No hay comentarios:
Publicar un comentario