Tiempo atrás, Pedro Sánchez esperaba
exultante las elecciones de Andalucía, en la vaticinaba un batacazo
electoral para el PP. Eso era lo que más le preocupaba.
Parece ser que sí. El PSOE perderá,
probablemente, muchos escaños, pero el PP también, con lo cual
seguirá siendo la primera fuerza política. Pero el éxito de Vox en
los mítines lo ha puesto nervioso, por lo que ha puesto en marcha la
maquinaria del gobierno y de los medios cómplices para catalogarlo
como extrema derecha, obviando que el gobierno de Sánchez puede
serlo gracias al apoyo de auténtica extrema derecha y de auténtica
extrema izquierda. Lo que les molesta de Vox, pues, es que no esté a
su servicio.
Otro tunante, que fue votante durante
mucho tiempo del PSC, sin que todavía haya explicado cómo pudo
hacerlo, también sitúa a Vox en el populismo de extrema derecha con
el peregrino argumento de que muchos votantes de Podemos van a
pasarse a este partido. Debería saber que es peor votar al PSC que a
Vox. Los votantes del PSC, antiguos y actuales, tienen mucha culpa en
el deterioro político de España. Él quiere ver que hay tres
partidos normales, pero eso pertenece al mundo de los deseos, cuando
no al onírico. Es precisamente la irrupción de Vox, sobre todo si
consigue un buen número de diputados, lo que puede ayudar a
esclarecer el mapa político español, al obligar a los demás a
definirse y olvidar las ambigüedades.
Por supuesto que el asunto de la
inmigración es muy serio y como tal debería ser abordado en el seno
del Parlamento Europeo y los partidos deberían dejar de hacer
demagogia con eso en sus respectivas naciones.
Susana
Díaz parecía una alternativa a Pedro Sánchez y
ya se ha rendido totalmente, lo que viene a explicar por qué perdió.
Los
andaluces deberían saber que con ella solo
pueden aspirar a más de lo mismo.
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