lunes, 24 de febrero de 2020

Almudena Grandes no se ha contagiado

Vivimos unas circunstancias históricas que hasta Alfonso Guerra, que sentó las bases para que el PSOE tomara esta diabólica deriva, observa con angustia. Claro está que el hombre protesta, pero no hace autocrítica, no quiere darse cuenta de que esto que sufrimos ahora es lo que él sembró y ha florecido.
La banda, o grupo de bandas, que se ha hecho cargo de la gobernación de España disfruta mintiendo, insultando y haciendo el mal. Se les nota felices cuando acaban de perpetrar cualquier fechoría. Todo lo que les sirva para el disfrute del poder es bienvenido, por deshonroso o infame que sea. Si se les piden cuenta por cualquiera de sus indecencias, ya sea con menores en Valencia o Mallorca, se atusan las coletas, o se ajustan las chaquetillas, sacan a relucir a Franco y califican de fascista a quien ha hecho la pregunta. Luego se ríen, se ríen y se ríen, y se disponen a perpetrar nuevas fechorías. Porque estos no tienen freno ni decoro. Si lo tuvieran, se darían cuenta de que están poniendo en peligro cientos de miles de puestos de trabajo, lo cual, por otra parte, quizá les convenga porque cuanta más gente desesperada haya más votos esperan conseguir. Han aprendido a desviar la culpa hacia quienes no la tienen.
Y todo este ambiente de mendacidad, desvergüenza y felonía no se le ha podido contagiar a Almudena Grandes, por la sencilla razón de que ya lo llevaba incrustado en su personalidad desde hace mucho. Ha dicho: «Cuando la derecha pierde el poder se comporta como si se lo hubieran robado». Eso es una mentira tan grande que no cabe en la plaza de mayor tamaño de España. Es la izquierda la que sale a la calle cuando pierde el poder. Es la izquierda la que no acepta las derrochas. La derecha española es francamente mejorable, pero no se concibe en ella un felón como el que nos vemos obligados a sufrir.

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