viernes, 14 de febrero de 2020

Cristina Seguí, aire fresco

Son muy pocas las cosas que sé de Cristina Seguí, porque del mismo modo que parece evidente que ella sigue su propio camino, con la misma libertad yo voy por el mío, y ambos no tienen por qué coincidir, aunque supongo que en determinados puntos concretos sí lo hacen. Pero si hoy la traigo aquí es por el aire fresco con que se enfrenta a las frescas.
En aquellos tiempos en que todavía éramos esclavos de la ingenuidad podíamos pensar que en el siglo XXI los valores democráticos se habrían impuesto y que sabríamos gozar mejor de la libertad. Nada de eso ha ocurrido. Este siglo, del que ya ha transcurrido casi un cuarto, está siendo el de la regresión, el de la vuelta a lo tribal y la presión del pensamiento único. Por eso yo saludo a esta señora que defiende sus ideas, que estoy seguro de que no violan la Constitución, sin arredrarse por las presiones y los insultos de grupos vergonzosamente organizados, de los que se puede decir que actúan a toque de silbato y que reaccionan a los estímulos de forma automática. Se nutren de eslóganes y consignas.
Étienne de la Boétie sigue vivo. El discurso de la servidumbre voluntaria es tan de actualidad como cuando lo escribió.
El feminismo es un movimiento muy noble y necesario y puede asegurarse que ha hecho mucho bien, porque ha acelerado un proceso que, de otro modo, habría sido mucho más lento.
Menos mal que lo han hecho tarde, o sea, después de que hubiera logrado buena parte de sus objetivos, que la gentuza ha querido apropiarse de él, y con el apelativo gentuza me refiero, entre otras personas, a Carmen Calvo, por aquello de ‘no bonita…’, tan ridículo y mentiroso que soltó. Hubo feministas que pagaron un precio muy caro por su lucha. Merecen respeto. El que no les tienen las feminazis.

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