Debería
dar que pensar el hecho de que una sola persona genere tanto impacto.
Es prácticamente imposible que Rajoy, Rubalcaba, Zapatero, y otros
cantamañanas de por aquí se miren en su espejo. Los que tenemos más
cerca, Pujol, Camps, Mas, Griñán, etc., todos se tienen por muy
importantes y sus servidores han de doblar la cerviz ante ellos. Y
resulta que no son nada. Nada.
Volvamos
a lo que importa, Thatcher. Qué sola tuvo que sentirse. Nadie es
perfecto. Ella también cometió errores. ¿Pero quién había cerca
de ella para corregirlos o hacérselo ver? Hay gente que la odia. Hay
gente que odia.
Tenía
razón al pensar que una nación sólo puede prosperar con personas
libres y con libertad económica. Pero esto último tiene un peligro,
como se ha visto después. La libertad económica está muy bien,
pero precisa de unas reglas de juego claras y de una vigilancia
constante, para que no se vulneren; aunque también en este caso
tenemos la experiencia española, o sea, lo que hacen los
“vigilantes” de aquí. En España, cuando nombran a alguien
vigilante de algo, éste no considera que tenga que hacer nada a
cambio del sueldo que le pagan; más bien piensa que ha accedido a
una casta superior, con posibilidades de medrar más todavía,
posibilidad esta última que procura no cercenarse aplicando un
exceso de celo a su labor.
Acertó
Thatcher al imponer el voto secreto en las votaciones sindicales, que
hasta ese momento habían sido a mano alzada. El voto secreto está
en la esencia de la democracia. Es famoso también su asco por la
utilización política de los sentimientos, cosa que denota, al
menos, un intento de honradez. Las Malvinas, independientemente de
quien tenga la razón, fueron ocupadas por la fuerza, cosa que sólo
podía hacer una dictadura. Hizo lo correcto, pues, la mandataria
británica.
Los
motes que tuvo que soportar fueron, por lo general, de corte machista
y brocha gorda. El de Alfonso Guerra, por ejemplo: Usa Tres en uno
como desodorante.
'La vida y obra de Teresa de Jesús contada a los niños'
'Calle Berlín, 109'
'En la orilla'
'Las extrañas notas del presidiario'
'Etimologicón'
'Los malos del cuento'
'Tu hijo puede ser un genio de las mates'
'Gloria mía'
'Calle Berlín, 109'
'En la orilla'
'Las extrañas notas del presidiario'
'Etimologicón'
'Los malos del cuento'
'Tu hijo puede ser un genio de las mates'
'Gloria mía'
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