Escribió
anteayer un artículo Arcadi Espada con este mismo título.
Estoy de acuerdo con lo que dice de la derecha en los tiempos en que
él era de izquierdas. Creo que la derecha sigue siendo igual que
entonces.
Con
lo que no estoy de acuerdo es que por no confundirse con la derecha
se hiciera de la izquierda. Eso es huir del fuego y caer en las
brasas. Atribuye unas cualidades a la izquierda de entonces que,
según él, habrían desaparecido en la actualidad. Pues no. No ha
desaparecido nada de eso, puesto que nunca ha existido. Como mucho,
habría una apariencia. Las apariencias siempre logran más adeptos
que las realidades, por la sencilla razón de que al precisar de
menos esfuerzo pueden presentarse ante el público muy limpias y
aseadas, sin sudores ni rasguños.
Esa
necesidad de ir siempre acompañado trae malas consecuencias en
España. Este país, desde siempre dominado por las oligarquías, se
ha hecho tan sectario, que hay que llevar mucho cuidado a la hora de
meterse en cualquier sitio. Si se opta por alguna ideología, se
convierte uno inmediatamente en diana para los contrarios; ah, pero
es que con los propios es peor; los guardianes de las esencias ya no
le quitan ojo de encima; los demás, tratan enseguida de averiguar
cuáles son sus intenciones y con qué medios cuenta para alcanzar lo
que se puede haber propuesto; y se le tratan de cegar todos los
caminos.
Hay
recorridos que conviene hacerlos en solitario. Las ideologías en
España vienen a ser cárceles, en las que uno se mete
voluntariamente, a menudo hace el ridículo, porque eso de seguir
consignas y eslóganes no puede traer nada bueno.
La
única solución consiste en perseguir el ideal por uno mismo, al
margen de banderías de cualquier tipo. El hecho de que uno decida
seguir su propio camino no significa que no acepte compañía. Ese
camino también puede ser el de otras personas.
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