Una
de las malas consecuencias de la situación en que vivimos y de la
que se habla menos es la de las recetas que caducan porque sus dueños
no pueden pagar la aportación.
Este
punto es peor que el de las hipotecas, puesto que nadie enferma
voluntariamente. Algunos se lanzaron muy alegremente a comprar una
casa, sin ser conscientes del riesgo en que incurrían y sin que
nadie se lo hiciera ver tampoco. Las entidades financieras creían
que jugaban con ventaja y al final se ha visto que también metieron
la pata, puesto que se han ido muchas a pique y los bancos han
sufrido un severo correctivo en bolsa del que están lejos de
recuperarse, desmintiendo así a los periodistas interesados que nos
quieren hacer creer lo contrario.
No
conviene olvidar que en esas entidades financieras que concedieron
gran número de hipotecas, creyendo que jugaban con ventaja, tenían
en sus Consejos de Administración a representantes de casi todos los
partidos y sindicatos.
Como
consecuencia de todo ese desmadre, al que hay que añadir el de la
construcción de autovías por las que no circula casi nadie, líneas
de AVE que jamás serán rentables, muchos más aeropuertos de los
necesarios, polideportivos y piscinas municipales, etc.
Toda
esa serie de despropósitos llevada a cabo sin tener en cuenta que
hay gente desprotegida que podría pagar las consecuencias ha dado
como resultado que mucha gente ya no pueda ni siquiera costearse los
medicamentos que necesita. Sin olvidar los medicamentos que ya no
están incluidos en la Seguridad Social porque dice el ministerio que
“no son necesarios”. Sí que son imprescindibles.
Y
nadie se siente culpable y luego la justicia absuelve, por un asunto
menor, a uno de los derrochadores y parece que tengamos que pedirle
perdón. Es que el derroche no está penado por la ley. Si se pudiera
juzgar a todos los que han emprendido obras que no eran necesarias no
se reirían tanto esos tipos.
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