Y
va Rubalcaba y propone que se supriman de forma inmediata los
billetes de 500 euros, para que el dinero negro no tenga más remedio
que aflorar. Y añade que el dinero que recaude Hacienda gracias a
esa propuesta genial suya se destine a obras sociales. Y con esto ya
sabe todo el mundo lo “bueno” que es Rubalcaba y lo que se
preocupa por los pobres. Es que es socialista el tío.
Lo
que también sabe Rubalcaba es que esa medida ha de ser aprobada por
27 países y que algunos de ellos no les interesa, puesto que el
índice de corrupción no es tan elevado como el de España.
Lo
que no va a proponer, ahora que Gallardón trata de mantener todavía
más sujetos a los jueces, es precisamente que se le dé libertad a
la Justicia. Ese sería el verdadero modo de acabar con la
corrupción, que los jueces fueran totalmente independientes y que
tuvieran presupuesto propio, de modo que los que quisieran investigar
a los partidos políticos y a los sindicatos pudieran hacerlo sin
temor a las represalias que pudieran tomar los políticos contra
ellos.
Si
Rubalcaba le propusiera esto a Rajoy, es posible que a este último
le diera algo. Y a Gallardón también. Pero no lo hará. Incluso yo,
que siempre he sido muy mal adivino, puedo vaticinar sin temor a
equivocarme que Rubalcaba no hará esa propuesta, a pesar de que
beneficiaría mucho a los pobres.
Una
cosa es hacer que parezca que se preocupa por los pobres y otra muy
distinta preocuparse por los pobres.
Por
cierto, y ya que todo el mundo niega haber visto un billete de
quinientos. Yo vi dos hace algún tiempo. Tuve que pagar casi mil
euros a un organismo oficial y debía hacerlo obligatoriamente en
cierto banco. Los saqué de un banco y los llevé a otro. Dos
billetes de 500. El cajero receptor los dio por buenos enseguida.
Apenas los tocó. Me sorprendió que nos los pasara por el detector.
En cambio, para saber cuánto me tenía que devolver, doce o trece
euros, no lo recuerdo bien, se sirvió de la calculadora.
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