Durante
aquel tiempo en que gobernó Felipe González y que alguien dio en
llamar Felipato, hubo quien pensó que los jueces eran, en su
mayoría, conservadores mientras que la sociedad era de izquierdas,
como lo demostraba el voto masivo que había recibido el PSOE.
Esa
fue la excusa para empeorar lo que estaba mal. Trataron de convencer
a la opinión pública de que querían adecuar la realidad de los
jueces a lo que imperaba en la sociedad, cuando en la práctica se
trataba de tenerlos bajo control. Esto último también le gusta al
PP, hasta el punto de que el ahora ministro de Justicia, pretende dar
una vuelta de tuerca más en este sentido. Desea tener más
controlados a los jueces aún.
Que
el poder judicial ha de ser totalmente independiente es
incontrovertible. Sin justicia no hay democracia, y si la justicia no
es independiente, no es justicia.
Hay
una propuesta que consiste en que los miembros del CGPJ sean votados
por los jueces y fiscales. No le gusta a Gallardón, y a mí tampoco,
pero por motivos distintos. A él, porque se constituiría en un
poder independiente y a mí por el riesgo de que se convirtiera en
una casta endogámica, que podría imponer su particular modo de
interpretar las leyes.
Hay
otra propuesta, a mi criterio infinitamente mejor, que procede de
García-Trevijano o de su entorno, que consiste en que sean votados
por jueces, fiscales y funcionarios de justicia. En estos últimos
está la clave. Son muchos, no se puede garantizar que sean
mayoritariamente de derechas o izquierdas, y conocen perfectamente el
funcionamiento de la justicia y la predisposición de los jueces.
Dicen
que Gallardón es muy inteligente y no entiendo en qué se basan. Ese
intento suyo de controlar a los jueces viene a demostrar que tiene
muy poca cabeza. Un régimen oligárquico siempre acaba colapsándose.
El que le cobija a él y sufrimos la mayoría ya está en las
últimas.
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