Creo
haber leído que Aznar se equipara con Thatcher en un artículo
publicado en El Mundo. Vi el titular, pero no pasé de ahí, ni me
apetece hacerlo. Puede decir lo que quiera, que yo he sido uno de los
que lo han sufrido como presidente. Y no sólo a él, y eso es lo
peor.
Su
antecesor, Glez., como le bautizó Paco Umbral, fue, probablemente,
la persona en la que más esperanzas se depositaron en toda la
historia de España. Y las defraudó todas, porque el hombre no
estaba para tantos trotes. Suárez y Thatcher, por ejemplo,
arriesgaron mucho durante sus mandatos. Suárez incluso la vida.
Glez. siempre jugó con ventaja. Donde no tuvo la victoria asegurada,
en su trato con otros líderes, por ejemplo, dobló la testuz. Con
Helmut Kohl, pongamos por caso. Cuando se juntaban, parecían Kohl y
Flor. Uno manda y el otro obedece. Qué lejos del gesto de Suárez
ante Jacques Chirac, que se puso a presumir del vino francés como
si no hubiera otro en el mundo, con la finalidad de impresionar y
cohibir al presidente español. ¿Cuál de todos quiere que le
sirvan?, le preguntó después. Un vaso de leche fue la respuesta que
recibió el gabacho presumido.
Pero
tocaba hablar de Aznarín y se me ha colado Glez. ¿Dónde estará
Aznarín? ¡Ah, sí!, poniendo las patas encima de alguna mesa. O
practicando el catalán en la intimidad. También puede ser que esté
escondido detrás de una Botella, y eso que no consta que beba.
Habría que imaginarlo el 23-F en el Congreso de los Diputados. Todos
tirados por los suelos, algunos tratando de esconderse debajo de las
poltronas, y él, José María Aznar, allí, en pie: ¡Váyase, Señor
Tejero! ¡Mire, mire que abdominales tengo! ¡Váyase, Señor Tejero!
Y después de este han venido Zapatero y Rajoy. No te jode...
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