El
propio hecho de que exista un cardenal catalanista, o andalucista, o
españolista, denota la degradación de la Iglesia Católica. No digo
que se haya degradado ahora, sino que ese detalle viene a ser una
prueba más.
Existen
los cardenales nacionalistas, como desgraciadamente venimos
comprobando en España. Y
si no nos hubiéramos dado cuenta, bastaría con saber que alguien
tan
zangandungo
como
Mas lo está buscando para saber que ha de existir. Y
el Vaticano lo consiente. En
otras cuestiones está muy atento y regala la excomunión sin
pensárselo dos veces. Uriarte,
por citar a uno de los clérigos que lo han merecido, todavía no ha
sido excomulgado.
Mas
encontrará a su cardenal, y si no lo encuentra la Curia le dará
pistas, o convencerá a alguno para que se haga catalanista, la
cuestión es llevarse bien con el poder.
Hay
curas y cardenales, muchos o casi todos, dispuestos
a saltar con presteza en cuanto se habla del aborto o la
homosexualidad, pero
hacen la vista gorda en lo que se refiere al nacionalismo, la más
egoísta de todas ideologías; la más racista, excluyente y
dictatorial. No
se sabe qué tiene que ver eso con la doctrina católica, salvo que
se atienda a lo que recomendaba aquel cura: ¡Haced lo que os digo y
no lo que hago!
Y
hay curas trabucaires que han escondido etarras en la iglesia o que
se han negado a oficiar un funeral por una víctima de Eta, y
la Curia se ha quedado mirando a La Meca y
el papa se ha ido a pasear en su papamóvil, que debe de ser muy
cómodo.
Hay
clérigos que escriben tesis y
todo, en las que lo principal es el odio al resto de España, y ahí
están, en lo alto del campanario sin que nadie les haga bajar. Ahora
bien, en cuanto digan algo en favor de los homosexuales se van a
enterar de lo que vale un peine.
También
puede ocurrir que eso de que Mas imitara a Moisés, pero mejor
peinado, le granjee simpatías entre los altos clérigos.
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