lunes, 23 de mayo de 2016

Alberto Garzón, el buen chico

Dicen que Alberto Garzón es el político mejor valorado por los españoles. Aclaro que yo no he sido consultado y que para poderme creer ese resultado he de tener en cuenta que los hábitos democráticos de los españoles son escasos.
El propio líder comunista, que acaba de rendirse al de las coletas, cuya aversión por la democracia también es manifiesta, se ha encargado de poner en evidencia a quienes le han valorado tan bien, quizá guiándose por la carita de niño bueno que tiene, al apoyar el encarcelamiento de Leopoldo López.
Está claro que tanto él, como su socio el de las coletas, de extrema izquierda ambos, se pasan la justicia y la ley por el forro del pantalón. La arbitrariedad forma parte de sus designios y allá en donde logran alguna parcela de poder la hacen sentir. Los escraches, la intimidación, la amenaza forman parte de su ideario, aunque como buenos ladinos traten de ocultarlo, sin éxito, porque quien quiere velo lo ve.
Pablo Iglesias tiene cara de mal bicho y Alberto Garzón, en cambio, parece que no haya roto un plato en su vida, pero su simpatía hacia el etarra Otegui, compartida con otros indeseables, deja las cosas claras.
Dicen que Satanás huye del agua bendita. Los antidemócratas tienen pánico a la ley. Eso, por ejemplo, se ve en los nacionalistas, otros a los que la democracia les hace mucho daño.
En democracia, la ley ha de estar por encima de todo. Y un partido político demuestra que es demócrata cuando exige la separación efectiva de poderes y la libertad de prensa.
A un demócrata le ha de repugnar el encarcelamiento de Leopoldo López o de cualquier otra persona que lo haya sido de la misma forma arbitraria.
Las leyes españolas son muy permisivas y eso lo aprovechan determinados partidos políticos, que constituyen una amenaza para el bienestar de todos.

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