Quien se pare a pensar en la situación
en que se quedarán nuestros hijos y nuestros nietos cuando les
llegue la edad de la jubilación, si de verdad los quiere, tendrá
que darse cuenta de que en la actualidad se están despilfarrando
muchos recursos y que las consecuencias las van a notar precisamente
esos seres queridos.
Una de las estupideces en las que más
dinero se derrocha es en tratar de imponer una serie de lenguas que
están condenadas a desaparecer, sin darse cuenta de que al obligar a
usarlas adelantan su final.
La lengua catalana es un artificio de
Pompeyo Fabra, que unificó a principios del siglo XX los diferentes
dialectos que se hablaban en Cataluña con el fin de satisfacer las
ansias imperialistas de la burguesía catalana, que se enriqueció
gracias al trato de favor que venía recibiendo de los sucesivos
gobiernos de España.
El primer objetivo que se marcaron estos
imperialistas fue el de acabar con la lengua valenciana, que había
alcanzado la categoría de lengua varios siglos antes e incluso tuvo
su Siglo de Oro.
Estas ideas tan rancias que nutren a los
nacionalistas no pueden traer nada bueno, ni siquiera a ellos mismos.
La gente usa la lengua que le resulta más cómoda y más útil y al
final sólo son cuatro gatos los que hablan catalán y eso porque les
han comido el coco.
Quienes se dedican a las ciencias saben
que en este campo todo está en inglés y maldicen el tiempo que han
tenido que dedicar obligatoriamente a estudiar catalán y que
querrían haber podido dedicar a profundizar en el conocimiento de la
lengua que realmente les es útil.
Pero a quien haya optado por la enseñanza
y logre plaza en Extremadura tampoco le servirá de nada el tiempo
dedicado al estudio del catalán.
Son muchas las situaciones grotescas que
se pueden plantear por culpa de unas ideas trasnochadas y fuera de
toda lógica.
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