Lo correcto cuando alguien da cuenta del
resultado de una investigación es aplaudir, mostrar curiosidad,
poner interés en el asunto.
Data de 2002 que Rosa Navarro Durán
sostiene que el autor del Lazarillo de Tormes es Alfonso de Valdés.
Ha mantenido esta tesis en varios libros y acaba de hacerlo de nuevo
en otro, publicado por Alianza Editorial, en el que remacha sus
planteamientos con más de 600 notas.
Viene un reportaje sobre este libro y
quien lo firma, incomprensiblemente, habla de la 'audacia' de Rosa
Navarro Durán. En su día, se habría referido a la 'audacia' de
Charles Darwin, por ejemplo. Cuando alguien ha estudiado
concienzudamente una cosa y está convencido de la conclusión a la
que ha llegado no cabe hablar de audacia, quizá sí de valor, porque
probablemente es muy consciente de las resistencias que va a
encontrar. El artículo de El Mundo está abierto a los comentarios y
un nutrido grupo de necios se ha apresurado a dejar constancia de lo
que son. Alguno incluso ha incluido a la insigne autora en el grupo
de los 'historiadores' catalufos.
Habría que explicarles a estos
mentecatos que Rosa Navarro Durán es una destacada especialista en
el Siglo de Oro, que conoce muy bien. Pedro Gimferrer, en el discurso
de respuesta a Aurora Egido, dijo de ésta que es «la mejor
estudiosa del Siglo de Oro», cuando lo educado, lo correcto y
adecuado a la verdad habría sido «una gran experta...». No tenía
ninguna necesidad de menospreciar a nadie y menos en un acto oficial.
Las obras de Rosa Navarro Durán sobre El
lazarillo de Tormes están publicadas y, por tanto, no se pueden
pasar por alto. Sus estudios sobre el particular sirven para
esclarecer muchas otras cuestiones y un día u otro le tendrá que
ser reconocido el gran esfuerzo que ha hecho y muy probablemente se
le tendrá que dar la razón.
En cualquier caso, cualquiera que lea el
libro aprenderá mucho.
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