Y también de presuntas golfas, porque por ahí aparece una Begoña, con un papel destacado. Veremos si cuando la llamen los jueces a declarar las televisiones gubernamentales y los panfletos le dan el mismo tratamiento que a otros, aunque se supone que culparán a Ayuso.
Se suceden los escándalos y cada uno tapa al siguiente y mientras tanto se va olvidando la responsabilidad del gobierno en decenas de miles de muertes a causa del virus chino. Las medidas que se debieron tomar en enero de 2020 -y si se hubiera hecho entonces, lógicamente, los contagios se habrían producido de forma escalonada y en número inferior y no se habrían colapsado los hospitales- y no lo fueron hasta bien entrado marzo, porque había que celebrar a toda costa la manifestación del 8-M, para que no se enfadara la ministra más torpe de todos los tiempos, con permiso de Yoly y Belarra.
Mientras tanto, el número de los presuntos golfos y presuntas golfas no cesa de aumentar. La estratagema de entregar inmediatamente la cabeza de uno, Ábalos, tipo duro, «de aquí no me echa nadie», «he venido para quedarme», trastocado en llorón, «¿cómo has podido hacerme esto, Pedro?», no ha funcionado.
Quizá para que no se hable de la presunta Armengol, del presunto Illa, de la presunta María Jesús…, mientras los sindicalistas no tienen nada que objetar a la desaparición de los impuestos pagados por los trabajadores con grandísimo esfuerzo, echan más carnaza al fuego. El pillastre de Waterloo, gallináceo por su vuelo bajuno y por su cobardía contrastada, ha sido vuelto a colocar en el primer plano, en una jugada de suprema traición a la patria, para la cual se necesita la colaboración de bastantes personas, y en esas estamos.
Hay por en medio unos decentes que quizá puedan hacer algo para evitar el atropello y unas elecciones al Parlamento Europeo que pueden ser cruciales.
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