Continuamente me encuentro en las redes con publicidad a favor del grupo terrorista Hamás, cuya finalidad es acabar con los judíos.
Esta publicidad viene disimulada de un modo abyecto con la coartada de salvar a los niños palestinos. Omite decir que los asesinos de los niños son los propios terroristas de Hamás, que los utilizan como escudos y coartada para generar una corriente de odio a Israel en el mundo entero.
Se gasta mucho dinero en esta publicidad. Mucho. Se intenta convencer a las almas cándidas, estúpidamente cándidas, que son legión. La pregunta que cabe hacerse es si los políticos españoles que participan en la campaña contra Israel, además de dar satisfacción al odio que los consume, cobran.
Es una pregunta que, lógicamente, no puede tener respuesta. Porque sea afirmativa o negativa, siempre van a negar la primera posibilidad. Y tampoco se puede comprobar, porque si se les pagara, no se haría en España. No puede haber ninguna prueba.
El dato, no obstante, está ahí. La publicidad es desbordante y no puede ser gratuita. Hay mucho dinero destinado a desprestigiar a Israel, que no tiene más remedio que defenderse para intentar sobrevivir.
Los judíos, desde siempre, están abocados a una difícil lucha por la supervivencia, siempre con muchas bajas. En estos momentos, un gran número de judíos sigue en poder los salvajes de Hamás, que no si no tienen reparos en sacrificar a sus propios niños con el fin de conseguir sus propósitos, no puede esperarse que los tengan con sus rehenes.
Es vomitivo, más que triste, que haya ministros españoles que se vienen manifestando a favor de los terroristas de Hamás, aunque se entiende que sea así porque otros terroristas, como es el caso de Otegui, ayudan a sostener al gobierno y otros peligrosos delincuentes han sido indultados o amnistiados.
Habría que estar tan despierto como Unamuno cuando no dormía, porque vivimos tiempos difíciles y confusos. Quienes defienden a los terroristas o consienten que se haga son muy peligrosos.
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