Es un grupo salvaje, más o menos numeroso, puesto que no respeta las normas de juego ni los procedimientos democráticos.
En el caso de Ayuso lo hicieron anteriormente con su hermano, al dar a conocer a la opinión pública datos fiscales suyos, confidenciales, puesto que se trata de una persona honrada que no ha dado ningún motivo para ello. Quien los dio a conocer fue Casado, y le salió cara su estupidez, pero alguien le tuvo que pasar esos datos y quien lo hizo no ha sufrido ningún castigo. La impunidad es propia de regímenes dictatoriales, en democracia no cabe.
Se ha vuelto a dar este proceder, sin que a nadie de entre los implicados en el caso ni siquiera le haya caído la cara de vergüenza, con el novio de Ayuso, que está sufriendo una inspección de Hacienda, como muchas más personas, y esa información es privada. Es delictivo que haya salido a la luz.
Estos políticos de la izquierda de hoy que siempre están hablando de derechos, prometiendo derechos, resulta que no respetan ni los más sagrados en democracia. Nadie puede sentirse seguro con esta gente. Todos los que creen en la impunidad son malas personas. No hace falta ni explicarlo.
Hay periodistas, que suelen ser personas con lecturas y cierto nivel intelectual que deberían ser conscientes de que en democracia eso es una aberración, echando estiércol sobre un ciudadano que, mientras no se demuestre lo contrario, es inocente.
Y hay políticos, muchos de los cuales son mastuerzos que solo sirven para cumplir órdenes y a menudo ni siquiera saben en qué consiste la democracia, ni a quiénes se deben moralmente, pidiendo explicaciones a quien no tienen derecho a pedírselas, con el evidente fin de distraer la atención de sus propios escándalos.
Todo el mundo sabe que el valor de una persona es el mismo que da a su palabra y es un hecho comprobado que quienes hoy presumen de ser la izquierda no dan ninguno a la suya.
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