Solamente tienen derecho a dar lecciones de patriotismo quienes han demostrado capacidad de sacrificio y han mostrado de forma fehaciente su afán por servir a los demás.
Sin embargo, en estos tiempos confusos que corren hay quien sin más atributos intelectuales, morales y éticos que una cara más dura que el hormigón se permite la osadía de atribuir falta de patriotismo, sirviéndose de una mentira además, a quien ha demostrado mucho más que él, mereciendo que el rayo de la ira divina cayera sobre su cabeza.
Mientras Sánchez demoraba dos meses la toma de medidas contra el virus chino, porque una de sus nefastas ministras -también eran y son nefastos sus ministros- quería celebrar a toda costa la manifestación del 8-M, Ayuso, sin más apoyo que el de su propio equipo, y con la evidente intención de beneficiar a los habitantes de la Autonomía que preside, asumió grandes riesgos en defensa de la salud y los puestos de trabajo, con el resultado de gracias a eso España no entró en quiebra, porque la Comunidad de Madrid sostuvo la economía nacional.
Hay que hacer constar que sus votantes, claramente cómplices, acogen con entusiasmo cada una de las felonías de este individuo que preside el país y que ha demostrado con creces que ni una sola buena intención anida en su alma. No se vislumbra ni un atisbo de rebelión. La caprichosa expulsión de Joaquín Leguina fue tomada con naturalidad por los demás militantes. Tampoco se ha visto que ninguno de los más afamados haya roto el carnet a causa del asco que da. Lo que resulta de todo ello es que aquellos votantes del PSOE que en este partido se encontraba el summum de la ética han quedado en ridículo. Entre ellos están personajes como Fernando Savater, por citar solo a uno. Las cosas son como son y no como se las quiere ver.
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