No se puede descartar la participación de Putin en el atentado del Crocus City Hall. Es un dictador que, como tal, gobierna mediante el terror y le conviene un estado de opinión que justifique las medidas policiales abusivas y el estado de guerra permanente.
Se apresuró a acusar a Ucrania, cuyos dirigentes respondieron adecuadamente: Los terroristas pudieron entrar y salir tranquilamente sin que los guardias de seguridad actuaran, a pesar de que se multiplicaran las llamadas a los servicios de emergencia.
Cuestión distinta es que la respuesta ucraniana haya podido llegar a la población rusa.
Putin, que no es una persona normal, sino un asesino depravado y muy ambicioso, es un peligro para las democracias del mundo. Puede ser utilizado, además, por otros dictadores comunistas para abrir brecha en el mundo occidental, que dormita, como si fuera ajeno al peligro.
En España, sin ir más lejos, tenemos un gobierno que en la práctica es aliado tanto de Putin como de los terroristas de Hamás. El presidente, Sánchez, es del corte psicológico que Putin. Con tal de conservar el poder es capaz de cualquier cosa. Si estuviera en la situación de Putin, presidiendo un país enorme y con un arsenal nuclear desorbitado, en su mente volaría la ambición.
Pero si Sánchez, en su calidad de presidente de España, oficialmente es contrario a Putin, tiene en su gobierno a ministros que no esconden que están de su parte.
Estos detalles, y los que se dan en otros países democráticos que no acaban de comprender que frente a la amenaza terrorista y comunista no caben más que la firmeza y la unidad, son muy peligrosos, porque el ataque puede llegar en cualquier momento y conviene estar muy preparados para repelerlo.
Los propios votantes de los países democráticos deberían ser inflexibles en esto y no votar a quienes no apuesten claramente por la democracia y la libertad. Sánchez dice que lo hace, pero todo el mundo sabe que siempre miente.
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