Aunque según la lógica las posibilidades de Ayuso de convertirse en la presidenta de España son pocas actualmente, hay algo que induce a pensar que aunque todo se le ponga injustamente en contra es posible que aunque sin pretenderlo, ni hacer nada por conseguirlo, acabe obteniendo el cargo.
La injusticia más grande se dio cuando Casado, incapaz de contener sus celos, utilizó de forma grosera, o sea, sin estudiarla, una información confidencial que le tuvo que hacer llegar otro sujeto que también le tiene mucha envidia y no le importan las leyes, ni la ética, ni la honradez.
Casado, acostumbrado a que todo el mundo en el partido se le plegara y le hiciera la pelota, arremetió contra ella de forma salvaje, pensando que se achantaría y se pondría a su disposición. Pero no, le plantó cara de forma gallarda y quien se tuvo que ir fue él.
No traicionó a nadie, como acostumbra a hacer otro que luego presume de resistente o resiliente, sino que se enfrentó a una traición y resultó vencedora.
Tal como ocurrieron las cosas, el partido debería haberla elegido presidenta a ella, y de haber sido hombre así habría ocurrido. Fue escogido Feijóo, sin tener en cuenta que las políticas que ha llevado a cabo en Galicia lo lastran. En cambio, las de Ayuso en Madrid le servirían para toda España. Había demostrado su valía, además, cuando tuvo que enfrentarse al virus chino, agravado por un gobierno incompetente y malvado.
Feijóo demostró pronto que no era la mejor opción al rodearse de un equipo incompetente y mantener a quienes habían apostado públicamente por Casado cuando éste se comportaba como un guarro con Ayuso. Más adelante, hizo maniobras de aproximación a los delincuentes catalanistas. Cuando tenía las elecciones generales ganadas, hizo lo posible por perderlas. Ahora propone la jornada laboral de cuatro días, para gustar a quienes nunca le votarán.
Feijóo debería irse a casa, dejar paso a Ayuso, y con ello el Felón ya no tendría ninguna posibilidad de continuar en el cargo.
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