Hay que tener en cuenta que este ministrito, al que sus compañeros de carrera llaman Napoleonchetu, solo tiene interés en que su jefe esté contento con él. No se ha podido enterar, por tanto, de que este jefe suyo nació torpe y luego ha cultivado con denuedo esta torpeza. Algunos, sin duda cegados por el brillo del poder, le atribuyen cualidades que no tiene. Actúa como los zagueros del fútbol, patadón y adelante. Luego le apoya toda la gente infame que hay en la política, toda la chusma rufianesca, y le sale bien. A él. Pero perjudica a todos los demás.
El caso es que a Sánchez no le interesa que caiga Maduro. Eso se percibe de sus intentos de dar largas al asunto, con el fin de que el tirano gane tiempo y el terror que siembra haga que se diluya la fuerza de los amantes de la libertad.
La gente que tiene el alma pequeña, como es el caso de Sánchez y Maduro, no es capaz de vislumbrar ni comprender la magnitud de espíritus como el de María Corina Machado, que ha sido capaz de despertar el heroísmo de los venezolanos de bien, de los amantes de la libertad.
No se han dado cuenta Napoleonchetu, ni tampoco el Felón, que después de la majestuosidad demostrada por la Libertadora de Venezuela sería una vergüenza para las democracias del mundo que consintieran su derrota. Las familias de los asesinados y los propios torturados no lo podrían perdonar tampoco.
Algunos voceros que dicen que trabajan a favor de la libertad dan idea de que pueden ser chavistas. Inducen a contratar un ejército privado para derrocar a Maduro. Si se hiciera eso se daría pie a que las democracias se desentendieran del asunto, aparte de que es improbable que un ejército privado pudiera vencer al de Maduro.
Afortunadamente, María Corina Machado no caerá en esa trampa.
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