A Felipe González sí que le importaba la reputación internacional de España, pero es que a él le votaba hasta Feijóo, según ha reconocido este mismo. Empezó muy fuerte, nombrando a Fernando Morán, que formaba parte del ala más a la izquierda del PSOE, pero cuando se dio cuenta de que España perdía prestigio lo cambió por Francisco Fernández Ordóñez, que en una impagable labor de taracea fue enderezando el rumbo.
Zapatero, en cambio, no tuvo votos de la derecha. Los iban del centro a la extrema izquierda y estos últimos siempre fueron los que intentó atraer. El predicamento que pudiera tener España en el ámbito internacional no le merecía tanto la pena como ganar las elecciones. Permaneció sentado al paso de la bandera de Estados Unidos y nadie se dio cuenta. Telefoneó a los medios amigos para decirlo. Revisaron las fotos y lo vieron sentado y rodeado de gente de pie. Eso no sentó nada bien a los estadounidenses, pero a las gentes de izquierda les encantó. Cuando ganó las elecciones ordenó la retirada de tropas de Irak. Más que la retirada, lo que molestó a los aliados de España fue la forma en que se hizo. Antes de ser presidente y nada más serlo ya deterioró seriamente el respeto que merecía nuestro concierto internacional. A él le daba lo mismo, seguía su guion y lo disimulaba todo con la propaganda y la sonrisa. Con su torpeza, acabó consiguiendo que sus votantes de centro lo abandonaran.
De Sánchez no se puede decir nada, porque no es nada. Empezó poniendo a Borrell, porque lo apoyó por despecho a Felipe González, que había optado por Susana Díaz. Borrell es mucho más inteligente que Sánchez, así que le molestaba. Lo mandó a otro sitio y ya puso a gente vulgar en el cargo, primero una y luego otro. A Sánchez solo le interesa su persona y nada más que su persona y es torpe. De modo que la honra de España...
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