viernes, 26 de junio de 2020

Cuernos en Galapagar


Quiero comenzar diciendo que nunca he tenido el deseo de ver una corrida de toros, pero siempre me ha interesado el mundo de los toros. En este punto, recuerdo que Barcelona es la única ciudad del mundo, no de España, en la que hubo tres plazas de toros al mismo tiempo. Es decir, en la Barcelona de Colau, o sea, como si dijeras la Valencia del Cid. En el tiempo de Rodrigo Díaz de Vivar, y hasta muchos años después, concretamente hasta Felipe V, Valencia era más importante que Barcelona. ¿Se habría enamorado Colau del Cid? ¿Es mejor Colau de lo que fue Doña Jimena? Ella también gobernó Valencia en aquellos tiempos mucho más convulsos y difíciles. Los hay que piensan que la humanidad involuciona. Pero no cabreemos al Cid, por favor.
El mundo de los toros siempre me ha gustado porque los cronistas taurinos siempre han hecho gala de un modo de escribir exacto, milimétrico, elegante. Leer las crónicas taurinas siempre me ha resultado excitante. En algunos de los cronistas se revelaba, además, una bondad natural que resultaba muy atractiva. Supongo que a los malvados les molestaría.
A esto había que añadir el mundo de los aficionados a los toros, cuyos debates no tenían nada que envidiar, en lo que se refiere a conocimientos sobre lo que se habla, clase y estilo, a los de los académicos de cualquier disciplina. Sin olvidar a los protagonistas, los toreros, muchos de ellos analfabetos y, no obstante, sabios.
Por eso mismo digo que sin gustarme la tauromaquia no vivía ajeno a este mundo y entonces supe que si en aquellos tiempos los miura era los toros más temidos, ya entonces despuntaban los Victorinos, de la ganadería de Victorino Martín, al que se conocía como ‘El sabio de Galapagar’. Más adelante supe que sus victorinos habían desbancado a los miuras, por lo cual no es extraño que en la actualidad todo el mundo hable de los cuernos de Galapagar.


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