Como todo el mundo sabe, la inteligencia
es lo que está mejor repartido, porque todo el mundo está conforme
con la que tiene, aunque antiguamente esta fe en las propias
cualidades estaba atemperada por la prudencia y el pudor, lo cual no
se da en el caso de Sánchez.
Ha querido defender a Illa y a Simón, y
lo ha hecho sin tener en cuenta que a estas alturas su palabra no
vale nada, e incluso el que lo haya hecho puede volverse en contra de
ellos, que, por otra parte, tampoco pueden esperar que si llega el
caso no los vaya a dejar tirados.
También ha dicho otra imbecilidad mayor,
propia de un deficiente mental, con respecto a las banderas, que ha
especificado en la de España: «Usemos la
bandera de España como una bandera de paz y de futuro, nunca de
división y provocación». Si tuviera
dos dedos de frente se daría cuenta de que el hecho de que unos
utilicen una bandera no impide que los demás también lo hagan. La
diferencia quizá esté en que mientras a unos no les crea ningún
problema exhibirla, otros se limpian los mocos con ella.
Las
banderas son símbolos y la de España es uno de los símbolos de
nuestro país, que muchos ven amenazado precisamente por este
gobierno nefasto que él preside, a causa de la incompetencia de
muchos de sus componentes, pero también de la maldad de bastantes de
ellos.
Nada impediría a
los simpatizantes de este gobierno, como
he dicho antes, tomar también la misma bandera y demostrar que ellos
también aman a España. Si Sánchez,
repito, tuviera dos dedos de frente, comprendería que el hecho de
que se lleve o se ondee la bandera jamás puede ser una provocación
y nunca puede fomentar la división. Cualquier
persona de buen corazón se da cuenta enseguida que es un llamamiento
a la concordia.
Sánchez
es tan inocente que, sin darse cuenta, pone de manifiesto sus
carencias.
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