Vivimos tiempos en los que se derriban
las estatuas de Colón o se protegen las de Churchill, para que no
sufran la misma suerte, y nos quieren hacer pasar a Simón, una
marioneta sin vergüenza ni escrúpulos, por héroe. El mundo al
revés.
Estos sinvergüenzas han hecho creer que
la gilipollez es un derecho y miles de ellos demuestran a diario que
lo son apoyando con los ojos cerrados medidas que, claramente, les
perjudican.
Que
ahora quieran hacer pasar a Simón por héroe es una tomadura de pelo
más, del mismo calibre que la del cambio de sitio de unos huesos,
episodio mediante el que unos tipos dictatoriales y absolutamente
refractarios a la democracia pretendieron que
se les tuviera por demócratas. Son, sin duda alguna, impostores.
Simón
se ha mimetizado con superiores
jerárquicos, lo
que significa que se ha enemistado con la verdad, que no le ha
importado el sufrimiento de quienes han contraído la enfermedad
producida por el virus chino, ni tampoco el de sus familiares y
que toda su intención ha estado puesta en conseguir que el mayor
número posible de ciudadanos vote en contra de sus propios
intereses, porque
lo que nos trae este gobierno es dolor, miseria y envilecimiento.
Pero
si a Simón lo nombró el PP, alegan, como si eso fuera un argumento.
Al margen de quien lo haya nombrado, lo que ha puesto de manifiesto
es su obsecuencia. Por
otro lado, el sectarismo no es una buena idea, ni tiene nada que ver
con la democracia. Aplaudir o criticar a alguien en función del
partido al que pertenece y no por sus actos es
indigno. La
obsecuencia es indigna. Y
la mentira, la diga quien la diga, es cobarde e indigna.
Que
el gobierno pretenda premiar a este elevándolo a la categoría de
héroe es una prueba más de su carácter canallesco e infame, de que
es un #GobiernoMiserable.
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