Han
cambiado mucho los tiempos. Desgraciadamente, aquel método alemán
que consistía en pagar mucho a los obreros, para que pudieran
ahorrar y comprar productos (alemanes) ya no se puede aplicar ni en
la misma Alemania.
Hoy
en día rige, prácticamente, el mercado único en el mundo y hay
países que compiten con ventaja, puesto que en ellos no se conoce el
Estado del Bienestar que, por otra parte, pronto perderemos los que
lo tenemos por culpa de los nacionalistas.
De
todos modos, lo que se demuestra con las pretensiones de Lagarde y
Rehn de que se bajen los salarios de los trabajadores españoles es
que las oligarquías no solo mandan en España, sino también en el
mundo.
Y
a la vista de las reacciones que ha motivado el desparpajo del
gobierno de Gibraltar, y la cara dura de la Reina de Inglaterra,
apoyada por la manipuladora prensa inglesa, cabe decir que el mundo
es una gran casa de putas, gobernada por las más inmundas. Si abusan
de España porque es débil, que no harán con los países más
débiles todavía, como el Sahara Occidental, por ejemplo.
Por
este camino el planeta se va a pique.
No
es probable que Lagarde llegue a fin de mes. Treinta mil euros, si no
se administran bien, se terminan antes del día 25. Pero ella confía
en que los trabajadores españoles sí que saben administrarse. Y los
trabajadores españoles saben hacer maravillas con una patata. Y con
los sabores que consiguen disfrutan hasta extremos desconocidos para
Lagarde. Mientras unos aprenden a gozar con las maravillas de lo
pequeño, otros se angustian con los límites de lo grande. Unos
conocen la ternura, que tanta felicidad proporciona, y otros matan el
tiempo pensando en las diversas maneras de aprovecharse de los demás,
o de hacerles daño. Mientras unos creen que han ganado otros saben
aprovechar lo que haya, aunque sea la derrota.
En
España no hay que reducir los sueldos, sino el número de mangantes.
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